La lavanda es una planta reconocida por muchos. Además de ser muy agradable a la vista por sus hojas verde grisáceas y sus flores moradas, tiene un aroma muy peculiar y relajante.

A la lavanda le gusta vivir a pleno sol y no tiene muchas exigencias con sus cuidados. Es decir, es una planta guerrera, aunque podría pensarse lo contrario. Imagínate que puede darse incluso en terrenos rocosos. Si va a estar en una maceta, lo ideal es que ésta tenga un diámetro de 30 a 40 centímetros.

No es muy fan de la humedad, por lo tanto, es recomendable dejar que la tierra se seque entre riego y riego. No tolera el encharcamiento. También es bueno ponerla en un sustrato arenoso. O poner algunas piedritas de graba en su tierra para facilitar el drenaje.

Lo recomendable es regarla una vez por semana, pero siempre directo a la tierra y no a los tallos ni a las flores.

La lavanda se sabe bonita y te agradecerá que le cortes un poco los tallos una vez que sus flores se marchiten. De esta manera, le quitas las partes sin vida y se genera energía nueva para volver a florecer. (Limpia y desinfecta la herramienta cortadora para evitar infectar la planta).